Seguramente has visto alguna vez imágenes de yoguis realizando posturas sorprendentes, conocidas como posturas invertidas en yoga.
Aunque quiero destacar que el yoga va mucho más allá de simplemente realizar una postura específica, debo admitir que las posturas invertidas siempre han captado mi atención.
No se trata únicamente de posar de forma estética para una fotografía, sino que estas posturas, cuando se practican correctamente y con control, generan una serie de beneficios en nuestro cuerpo que vale la pena conocer. Entre estos beneficios se incluyen una mejora en la flexibilidad, el fortalecimiento muscular, el alivio del estrés y la mejora de la circulación sanguínea.
¿Qué son las invertidas en yoga?
Cuando mencionamos las posturas invertidas, nos referimos a aquellas asanas en las que la cabeza se encuentra por debajo del corazón, los órganos vitales e incluso a veces por debajo de la pelvis o los pies.
Una de las posturas más reconocidas en el yoga resulta ser una postura invertida. Esta postura es especialmente famosa porque forma parte de las asanas utilizadas en el saludo al sol. Y no es otra que adho mukha svanasana o perro boca abajo.
Si imaginamos esta asana y observamos su definición, podemos comprender por qué está clasificada como una postura invertida. A medida que se practica más yoga y se trabaja en la flexibilidad, esta postura se vuelve más cómoda y fácil. De hecho, también se considera una postura de descanso durante la práctica.
Hablando de posturas invertidas, una de las más conocidas y vistas es la sirsasana o postura de la parada de cabeza. Por lo general, esta postura es realizada por practicantes de yoga avanzados que están preparados para hacerla, ya que se considera una postura desafiante.
A mi modo de ver, una de las que me parece más bonita es salamba padma sirsasana o postura de loto invertida, no es ni más ni menos que una variante de sirsasana, pero cruzando las piernas en la postura de loto.
¿Qué nos da las posturas invertidas?
Se dice que las inversiones aportan múltiples beneficios para la salud al proporcionar una mayor irrigación sanguínea y oxigenación hacia nuestra cabeza y tronco, además de fortalecer el músculo cardíaco, mejorar la circulación y prevenir las varices.
Durante la realización de una postura invertida, se activan las glándulas encargadas de regular el sistema inmunológico y el sistema linfático, responsable de eliminar los desechos y toxinas del cuerpo.
Además de los beneficios físicos en cuanto a la flexibilidad en la parte inferior del cuerpo, la espalda y la columna vertebral.
Las posturas invertidas también favorecen el equilibrio hormonal al aumentar el flujo sanguíneo hacia las glándulas endocrinas.
Sin embargo, los beneficios que se obtienen mediante la práctica de estas posturas no se limitan únicamente al ámbito físico, también se obtienen beneficios emocionales. Durante la realización de la asana invertida, es necesario mantener la concentración para buscar estabilidad y mantener la postura, lo cual nos ayuda a enfocarnos y trabajar nuestra concentración.
La respiración durante estas posturas es más profunda, lo que resulta en un efecto calmante para nuestra mente y genera una sensación de liberación mental.
¿Cómo hacer una postura invertida en yoga?
Lo primero de todo y más importante, es adaptar la práctica de las posturas al nivel y exigencias de cada uno, teniendo en cuenta que la mejor forma de aprender a realizar posturas invertidas es siempre teniendo al lado un profesional que nos ayude a realizarlo correctamente sin lastimarnos. Además, este tipo de práctica no debería llevarse a cabo si contamos con algún tipo de dolencia.
Si tenemos muy claro que nuestro objetivo es llegar a realizar posturas invertidas, deberemos practicar regularmente yoga.
Durante nuestra práctica podríamos llevar a cabo asanas que ayuden a construir la fuerza como la postura de chaturanga y el equilibrio como la postura del árbol.
También deberíamos empezar realizando versiones menos avanzadas de la postura invertida que queremos realizar. Por ejemplo, la postura del perro boca abajo en un primer momento seguramente se realizará sin apoyar los pies del todo en el suelo o sin estirar las piernas del todo.
Existen en la actualidad varios accesorios para la práctica como los bloques de yoga que pueden servirnos de soporte, el cinturón de yoga que nos ayudará a llegar a nuestros pies o las sillas de inversión para poder ir evolucionando en la postura.
Anteriormente hemos hablado de la postura de la parada de cabeza o sirsasana. Para realizar esta postura debemos tener los codos en el suelo y las manos entrelazadas creando una especie de apoyo para nuestra cabeza. La cabeza se coloca en el hueco entre las manos y se apoya la coronilla. Los hombros tienen que estar lejos de las orejas para poder proteger las cervicales. Una vez estamos en esta postura, se levanta las rodillas y se estira las piernas.
Esta postura siempre debe hacerse con control y sin prisa, teniendo en cuenta que no se trata de lanzar las piernas arriba.
Cuando estamos empezando hay varias formas de practicar antes de llegar a la posición, por ejemplo, podríamos empezar subiendo una pierna sin estirarla hasta conseguir subir las dos. También practicar con la pared es una buena forma de conseguir esta postura.
Comentaba anteriormente que para conseguir hacer una postura se podría empezar por realizar versiones menos avanzada de la postura, en el caso de sirsasana podríamos montar la postura con nuestros brazos y cabezas sin llegar a levantar los pies.